Victoria Cabrera Valdés (1951-2004)
por Marta Giménez La Rosa
Han pasado más de doce años desde que falleció ese triste 29 de octubre de 2004 y aún la seguimos echando de menos. Escribo no tanto para glosar su figura científica, que ya se hizo en su momento, sino para relatar lo que supuso para mí, aprendiz de prehistoriadora, encontrarme con una mujer que fue capaz de conciliar vida laboral y familiar, ejercer la docencia y llegar a las más altas posiciones del ámbito científico en un país en el que nunca ha sido fácil para nuestro género llevar a cabo esas tres actividades a la vez.
La conocí mi primer día de clase (tocaba la asignatura Prehistoria) de Primero de Geografía e Historia, el curso 1981-82 y casi parecía una alumna más, hasta que tomó la palabra. Esa misma mañana nos ofreció el Departamento, los materiales de la Cueva del Castillo e incluso la posibilidad de participar en las campañas de excavación -que ella dirigía- a quienes quisieran aprender más allá de los libros. Me animé a acudir a su llamada, aunque entonces yo andaba más seducida por la Protohistoria que por el Paleolítico. Desde ese momento, se convirtió en mi interés principal. De su mano desmenuzamos la tipología lítica de F. Bordes, aprendimos a identificar la industria ósea, a comprender la Geología del Cuaternario, a pelearnos con la Paleobiología y sobre todo, cómo enfrentarse a un yacimiento abordando las distintas facetas de su estudio. Asistir a sus clases suponía una actividad intelectual extraordinaria, porque no es que explicase la investigación de primera línea, ¡es que ella la generaba!
Su producción intelectual es de sobra conocida (recogida en unas cien publicaciones) y le llevó a ser Catedrática de Prehistoria en la UNED, con un objetivo científico primordial: desentrañar la transición del Paleolítico Medio al Superior en la Cornisa Cantábrica. Desde la atalaya privilegiada del Monte Castillo, ella, su equipo y la troupe de estudiantes que acudíamos cada verano, nos aplicábamos en esa tarea, ahí en Puente Viesgo (Cantabria), con sus cuevas en serie a las que pertenece el impresionante yacimiento de Castillo y sus 20 metros de potencia estratigráfica desde la Edad Media hasta el Achelense.
Excavar, triar, reconocer
micro y macrofauna, cómo obtener pólenes, lavar los materiales de la manera
adecuada, siglar convenientemente las piezas líticas y las materias de origen
animal... Todas esas tareas que no se aprenden en la clase, Vicky explicaba
cómo hacerlas y el porqué de ese procedimiento. Su equipo solía estar compuesto
por las más destacadas figuras del panorama científico tanto nacional como
internacional, mientras que la mesnada estudiantil provenía de la U. de
Cantabria, de la UNED, de la Complutense, de León, de Granada y mil sitios más.
Eran proverbiales su buen
carácter y afabilidad. Ahora bien, había una cosa que le ponía una grave expresión
de severidad: el descuido con los materiales o en el yacimiento. Ahí no había
discusión. Tal era su diligencia, que podría citar aquel día en el que un grave
accidente de tráfico puso las cosas difíciles durante la campaña excavación y
sus mayores preocupaciones fueron sus hijos y los materiales que llevaba camino
del Museo de Altamira, todos ocupantes del coche siniestrado en el temible
cruce de Vargas.
Otra cosa aprendida con
ella fue cómo debatir e interpretar, expresar ideas y respetar las opiniones de
quienes participábamos en lo que ahora algunos llaman Brainstorming, y
que, en su momento, eran las veladas tras la cena o los ratos de laboratorio. O
simplemente el café en su casa, que tenía las puertas abiertas para este tipo
de cosas. Ahí surgían ideas que enlazaban la Prehistoria con otras disciplinas,
Filosofía, Literatura, Economía... de las que ella tenía unos conocimientos tan
sólidos que en ocasiones llegaban a abrumar y demostraba su capacidad para
sintetizar e interpretar los datos de la excavación con una facilidad
igualmente pasmosa, a veces mientras preparaba un cocido madrileño a fuego
lento, como debe ser.
Para todo el mundo la Profesora Dra. Cabrera Valdés era Vicky y
junto al Profesor Dr. Federico Bernaldo de Quirós Guidotti, Fede, compañero
de vida y de ciencia, abordó el estudio de ese espinoso proceso cultural que
aún genera controversia: la discutida interacción entre humanos neandertales y
humanos modernos cuando se encuentran en el espacio excepcional que fue la
costa cantábrica en torno al 40.000 BP. De hecho, sus intervenciones en las
reuniones científicas a veces provocaban agitación, pero la solidez de sus
argumentos, la calidad de las técnicas aplicadas sobre el yacimiento y la
seguridad que emanaba en su exposición solían callar a los vociferantes.
Ella solía recordar a menudo como reputado científico a su tío-abuelo Ángel
Cabrera Latorre, naturalista dedicado a los mamíferos équidos y a quién solía
considerar transmisor de su amor por la ciencia y del sutil sentido del humor
que solía mostrar; prueba de ello fue la dedicatoria al Dr. Alexander Fleming
de uno de los artículos que firmamos juntas, escrito gracias a las ingentes dosis de
antibióticos que debimos tomar para terminarlo por causa de unas anginas muy
inoportunas.
Su visión sistémica sobre Castillo, que constituyó el eje primigenio de su
trabajo a lo largo de su vida académica, permitió que una buena parte del su alumnado pudiéramos iniciar carreras profesionales vinculadas
al mismo. Algunos han llegado a ocupar puestos en distintas instituciones
académicas. A otros, la vida nos ha llevado por extraños senderos y hemos
terminado muy alejados de nuestra vocación original, sin que por eso hayamos
dejado de recordarla y de usar el ojo crítico que nos ayudó a desarrollar en
cuanto vemos algo que se parezca a un sílex tallado o una pieza de arte sobre
materias primas de origen animal.
Naturalmente su labor no sólo se centraba en el estudio de Castillo,
también se ocupaba de reunir a los colegas en congresos y seminarios -que
preparaba concienzudamente- en los que se intercambiaban resultados, ideas y
posibilidades de colaboración, como el celebrado en la sede central de la UNED
en 1991, Sobre el origen del Hombre
Moderno en Europa o el celebrado el año 2003 a propósito del centenario del
descubrimiento de la cueva del Castillo, con el Centro Asociado de la UNED de
Cantabria en la sede del Palacio de Manzanedo de Santoña, que fue el último que
compartimos juntas. También se ocupaba de salir por ahí a llevar su trabajo
ante colegas de todo el mundo, donde siempre era recibida calurosamente. Recuerdo
aquel coloquio celebrado en medio de un bosque belga en el que nos entregaron
una carpeta para la documentación científica, dos rollos de papel higiénico y
la recomendación de no salir a pasear al anochecer porque solían rondar los
jabalíes...
Otra cosa aprendida con ella durante esa etapa fue que la Prehistoria era
un asunto bastante femenino; sin embargo, ellos eran los que alcanzaban los
puestos más destacados. De hecho, la mayor parte de los equipos en las
excavaciones estaban compuestos por mujeres, pero se percibía con claridad el
techo de cristal al que teníamos que enfrentarnos. Por eso no puedo dejar de
citar a las mujeres que anduvieron siempre cerca de ella y que formaban parte
de la tribu de soporte básico para que todo funcionara: Carmen Valdés y Gloria
Pino. Igualmente, otras muchas compañeras de distintas universidades y centros
de investigación también formaron parte de su círculo y todas ellas merecen una
entrada en este blog porque ninguna ha tenido fácil alcanzar las posiciones que
han llegado a desempeñar.
Celebrar el día de la Mujer y la Niña en la Ciencia con el recuerdo a Victoria
Cabrera Valdés ha sido emocionante. Conseguir que muchas niñas lleguen más alto
de la cima que ella alcanzó, una obligación.
BIBLIOGRAFÍA y WEBGRAFÍA BÁSICA
F. Bernaldo de Quirós, J.M. Maíllo Fernández (2006): “Victoria Cabrera
Valdés: una breve biografía”. Zona
arqueológica, nº 6, (Ejemplar dedicado a Victoria Cabrera. Obra selecta),
págs. 15-33.
En el centenario de la Cueva del Castillo, UNED, vídeo en el que ella aparece: https://canal.uned.es/mmobj/index/id/12207
El Paleolítico en Europa, UNED: https://canal.uned.es/mmobj/index/id/7685
Sobre la
autora de este artículo:
Soy Marta Giménez La
Rosa, licenciada en Prehistoria y Etnología por la Universidad Complutense de
Madrid en 1986. Durante algún tiempo fui arqueóloga de gestión, profesora allá
donde sacaba plaza de interina y casi escribí una tesis doctoral sobre arte
mueble paleolítico en la Cornisa Cantábrica, además de algunos artículos y
otras cosucas. He terminado siendo editora de contenidos digitales en la UNED en la Unidad de Diseño y Contenidos, femenina en
un 90%, creativa y eficiente al 100%. Actualmente cuido peques en un proyecto educativo para mujeres refugiadas en Sin el Fil, Líbano.
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